Expedición del Cortegada a Ourense el sábado a la tarde, que se enfrentaba por partida doble al Carmelitas en categoría infantil y cadete.
Nuestro Portomar cadete, por caprichos del calendario, está viviendo su particular cuesta de Enero jugando contra los equipos más potentes del panorama gallego, varios de ellos a domicilio. Con la baja de Sara por un esguince en la muñeca, pero con la lección aprendida de la semana anterior de que no se pueden bajar los brazos y dejar de competir con ilusión en ningún momento, daba comienzo el partido. Dos estilos distintos, incluso filosofías de juego también diversas entraban en un pulso. Como nos tiene acostumbrados, Portomar imponía un ritmo alto, sabedor que las ventajas del rival eran cerca del aro con sus jugadoras interiores y el tiro de larga distancia desde tres puntos. En el primer cuarto ya habían pasado por la pista todas las jugadoras carrilexas, y esto suponía que Carmelitas quemaba sus naves por exceso de minutos para sus niñas que provocarían cansancio, amén del alto ritmo ofensivo y defensivo de las nuestras que, a medida
que llegase el final del partido pagarían. Las primeras ventajas y hasta el descanso, fueron para el local, aunque la iniciativa del juego era para Portomar. La segunda parte fue una de las mejores que ha brindado nuestro equipo esta temporada. Portomar perseveró en su juego, y siguió dominando en ambos lados de la cancha. Esto, unido al evidente cansancio del Carmelitas que apenas rotaba, hizo que el marcador se igualase. Sólo la superioridad de Paula Valiño cerca del aro y los intermitentes triples del Carmelitas creados por desajustes defensivos que provocó Valiño, a quien defendimos bien, mantuvo vivo al equipo de Ourense. Portomar jugó con mucho corazón y hubo momentos en los que se rozó la perfección tanto defensivamente, con una actitud de esfuerzo colectivo admirable, como en ataque, donde cada una encontraba sus ventajas y las optimizaba. A Carmelitas le salvó la campana y la suerte, así como el conocimiento del entrenador rival en
parar el partido con tiempos muertos para que sus jugadoras se calmarán, descansasen y capearan el chaparrón Portomar, en forma de basket modo huracán. Tanto fue así que nuestro entrenador disfrutaba del aluvión de juego y ánimo colectivo desatado sentado en el banquillo, pues ya no era necesario animar, el “barco Portomar¨ navegaba a toda vela a por el partido. Este es el camino, y cada partido hay que jugarlo hasta el final, porque nadie sabe lo que puede suceder. Ver y sentir al equipo unido compartiendo el esfuerzo, es lo más grande en baloncesto y que hace sentir orgulloso a cualquier entrenador, aficionado y club.
El basket es un estado de ánimo, quien tiene una actitud positiva y un ánimo elevado, carece de límites. Cuando esto se contagia a un grupo, además se disfruta y se hermana con aquellos con quien compartes el esfuerzo. Enhorabuena por el partido!